sábado, 20 de junio de 2009

Capítulo 5, ECUANIMIDAD.

El Cielo y la Tierra poseen absoluta ecuanimidad; para ellos, todas las cosas son como perros de paja.
También el sabio posee absoluta ecuanimidad; para él las demás personas son como perros de paja.
El espacio entre el cielo la tierra es como el fuelle de un herrero; aunque parece estar vacío, jamás deja de estar lleno. Son infinitos los bienes que habitan en él.
Quien habla en exceso, pronto quedará exhausto. Por ello, es bueno que el Sabio atesore en su corazón los dones que el Cielo le ha otorgado.

Comentarios:

Es decir, todas las cosas son insustanciales. Carecen de eternidad; se hallan sujetas al cambio y la disolución. Del mismo modo en que las olas del océano se mueven continuamente, aparecen y desaparecen, así también, los seres nacen y mueren. Tan sólo el océano (el Tao), permanece. Y es a ese infinito Océano de Bienaventuranza del Tao a quien el Sabio anhela llegar.
La ecuanimidad es una característica esencial del aspirante espiritual. El ver las diferencias entre las cosas es propio de aquel que se halla inmerso en la ilusión del mundo. El sabio, en cambio, percibe la Esencia Inmutable que se encuentra allende las cambiantes formas.
Recordemos que el silencio debe ser, por sobre todo, mental. Con respecto a la necesidad de dicho silencio leemos en Dhammapada 10, 6: ¨Si tu mente se ha vuelto silenciosa como un gong quebrado, entonces, habrás alcanzado el Nirvana. Cuando eso suceda ya no habrá cólera en tu interior¨.

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